LEYENDA DEL ARROYO DE LOS MUERTOS
En estos
párrafos presento una de las leyendas más hermosas y apasionante que nos han
dejado como legado histórico nuestros antepasados. Aquí presentamos en estas
palabras la historia conocida como “Leyenda
del arroyo de los Muertos”. Con ésta podremos apasionarnos y engancharnos
por cada momento que vayamos avanzando en su lectura, provocándonos esta
historia un despertar en nuestros sentimientos de amor y tristeza más
profundos, llegando a hacernos protagonistas del propio transcurrir del suceso
que se narra. A continuación paso a ilustrar aquella leyenda que se mantiene
pasando de generación en generación haciéndose latente aún en nuestros días.
Se nos ha contado que hace muchos
años existía en la Villa de Chillón una casa con una ventana, en la que habían
quedado sellados los dedos de una doncella en sus fuertes rejas. Nadie recordó
a quien pertenecieron aquellos dedos marcados, pero muchos sí conocen esta
famosa historia de la joven que pasó toda su vida asomada a esa misma ventana y
repitiendo, una y otra vez, la frase “vendrá,
me ha dicho que vendrá”. Éste será el motivo que dará el nombre de la “Casa de la eterna espera”, donde se
produce esta triste leyenda.
En aquellos tiempos, donde la forma
de transporte era arcaico y tradicional, por lo que para desplazarse desde la
aldea de Los Palacios de Guadalmez hasta la Villa de Chillón, en cuya
jurisdicción se encontraba, se utilizaba
un camino que transcurría por el Puerto de la Virgen, pasando por La Nava de
Santiago, cruzando así el llamado, Puerto Mellado, y deslizarse por los Cerros
de Chillón, llegando a los pies de la sierra de la Virgen del Castillo y a poco
más, se produce su entrada en la villa.
En esa época, vivía en la aldea un
mozo, huérfano de padre, que con su labor y dedicación en el campo, sacaba
adelante a su madre y dos hermanas. La historia nos cuenta que en una de aquellas
visitas a Chillón, se enamoró de una joven, de claros ojos azules, piel suave
como la seda y sus cabello azabache, dándole promesa de matrimonio, por lo
cual, cuando sus labores agrícolas y las obligaciones familiares se lo
permitían, iba a visitar a su joven amor a la reja donde le esperaba, para
sumergirse los dos jóvenes en un mundo de promesas y gozos.
Un domingo primaveral de abril,
cuando el campo despierta en colores, con el despertar de su flora y fauna, que
tras un periodo invernal se encontraba paralizada por el fuerte frio de dicha
estación, aquel mozo zagal de Guadalmez, vestido con su mejores prendas y
calzado con sus botas nuevas, recogió los cuatro ramos de flores que su madre
le había dejado preparado sobre la mesa, y tras besar a su familia, se encaminó
por el viejo camino de Chillón para ver a su amor.
Dichos cuatro ramos tenían un destino
diferentes determinado, los ramos de flores, con unas enormes margaritas
blancas, los que portaba por petición de su madre, los cuales debían de ir
depositándose en aquellas ermitas que debía de cruzar por el camino que le
dirigiría hasta aquellas rejas en las que le esperaba su futura esposa. Dichas
tres ermitas que jalonaban el camino: Nuestra Señora de los Remedios, Santiago
y Santo Domingo de Silos, ermitas que han desaparecido con el paso del tiempo,
pero que se nos han quedado su constancia en las fuentes documentales. Pero el
último, de aquellos cuatro ramos, iba dirigido para la dueña de su corazón.
Tras salir de la aldea, depositó el joven
su primer ramo a los pies de la imagen de la Virgen de los Remedios y echando
un trago de agua del arroyo que por allí corría, se dispuso a subir el agotador
puerto. Hermoso se veía desde allí el valle, y contemplaba el trigo verde que
estaba creciendo y tanto trabajo le constaba la labranza de la tierra. Pero
cuando llegase la época de la cosecha, sus frutos le permitirían finalmente
poder celebrar la boda que tanto ansiaba.
Continuando con su camino, tras
descender el collado se percató de la presencia de un lobo, que merodeaba por
allí, llevándole a la necesidad de tomar una piedra, se la lanzó al cánido para
asustarlo. Pero éste le mantuvo la mirada y ni siquiera se movió de su sitio.
Aquel suceso le extrañó al joven mozo,
porque lo normal es que un animal solitario hubiese echado a correr ante la
presencia del hombre, pero olvidándose del lobo, continuó su camino, hasta llegar
a los pies de un arroyo, que corría su caudal entre arbustos y matas. Pero fue
un gruñido lo que le hizo a él girar su cabeza, para descubrir que tras él iba
una manada de lobos, que comenzaron a rodearle allí mismo, junto al arroyo. Comprendía
porqué aquel lobo no había huido, y sus pensamientos se desplazaron de repente
a aquella ventana de una casa, donde tras una reja forjada y unas macetas, le
esperaba el amor de su vida su llegada. Momento en el que se quedó su corazón
paralizado.
Un pastor, que por allí pasaba horas
más tarde, sólo encontró unas botas nuevas y margaritas teñidas de rojo
flotando en el arroyo. Al ir a coger las botas sobre la hierba, lo que dentro
de ellas encontró le dejó sin habla para el resto de sus días.
Cuenta la leyenda, que todos los años,
por el mes primaveral de abril, florecen unas curiosas margaritas de tonalidad
carmesí, junto a las ermitas de Santiago y Santo Domingo, pero mientras, otra joven
flor de tallo más carnoso, se marchita, agarrada a los barrotes de una reja,
esperando ver aparecer al mozo que le dio promesa de matrimonio y lo saque de
esa prisión. Prisión de tristeza, amor, sufrimiento, dolor, perdida, etc… donde
esta joven doncella se quedó esperando de por vida la llegada de su amor en la
reja, dejando por ello marcado los dedos en la reja, unos dedos de dolor y
sufrimiento que le acompañó de por vida, y que terminará perdurando su historia
/ leyenda en el tiempo, conociéndose con la llamada “Leyenda del arroyo de los Muertos”.
Como hemos
podido leer en este fragmento, donde se nos muestra la historia de estos
jóvenes enamorados, cuyo amor se vio truncado por unos lobos. Éstos que
destrozaron el corazón de una joven que esperaba a su amor tras la reja y la
condenaron a una prisión de “espera
eterna”. En esta historia podemos reflexionar lo hermoso de tener el amor
de otra persona, así como amar con pasión y orgullo a tu pareja, por la cual
arriesgas todo por estar junto a ella haciendo frente a temores, miedos y
peligros, luchando con todas tus fuerzas y arriesgando incluso hasta tu propia
vida por el triunfo del amor.
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